miércoles, 1 de diciembre de 2010

3- El Arte

Estaba en la cocina cuando sonó el teléfono: el mensaje era de ella avisando que ya había regresado de la playa. Se detuvo a contestar y pensó que tal vez ella quería que se encontraran a pesar de que era martes, así que propuso que salieran esa noche. Se alegró cuando ella respondió con entusiasmo que si. Pensó que era un simple encuentro y que no pasaría nada por ahora. No quería apresurarse, le pareció que de ese modo solo conseguiría ser uno más. No quería eso, no tenía idea de lo que quería pero también lo ponía nervioso la idea de ver a esa chica que tanto le había gustado cuando era un pibe. Miró la hora y se apresuró a terminar de cocinar, no tenía mucho tiempo y quería ser puntual. Se encontrarían en un bar que propuso ella. Se preguntó si ya habría llevado a algún hombre allí, imaginaba que seguramente era así. Quería conocerla- pensó- saber cómo había llegado a ser la mujer segura que parecía. Recordó ese vestido que llevaba puesto la vez que se encontraron en la calle, le hubiera gustado verla vestida así esa noche, pero supuso que no se arreglaría tanto para verlo.

Mientras se ponía el sobretodo y tomaba el libro que leería en el viaje se sintió nervioso. Hacía un año que no tenía pareja, pero las mujeres que conoció desde entonces no le despertaron demasiado entusiasmo. Simplemente adornaban su cama por unas pocas noches, y luego lo agotaban con pedidos de expresiones de afecto que el no sentía deseos de manifestarles. Ellas iban rápido, y no le gustaba que lo apuraran. Lo hacían sentirse agobiado y conseguían que tomara distancia tan pronto como le fuera posible. No había querido lastimarlas, pero no tenía opción ya que tampoco quería sentirse garante de un futuro que no podía prometer. No quería que nada de eso fuera con cualquiera, por inercia y el simple hecho de cumplir con cierta premisa social o familiar.

Esa tarde había ido a comprar materiales para continuar el cuadro que estaba pintando. Había pensado que no le gustaba como estaba saliendo, pero luego reconoció que lo suyo era una especie de catarsis. No tenía otro fin que el de expresar lo que sentía. No quería que opinaran sobre sus obras pero tampoco podía evitarlo ya que solía recibir visitas y su taller era también su sala de estar. Le interesaba el arte y la manera en que el ser humano comunicaba por esta vía sus emociones. Siempre le había costado demostrar lo que sentía y a veces dudaba de sus propios sentimientos por no poder ponerlos en palabras. Este hecho lo había llevado a alejarse de personas que quería mucho porque no podían entender esa faceta suya de aparente indiferencia. No se consideraba indiferente, le molestaba que le señalaran que era distante y sus intentos por dejar traslucir algo de interés eran invisibles para el otro. Las palabras no eran su punto fuerte, aunque sabía maniobrar con ellas para otros temas más generales que los que le tocaban su fuero más íntimo. Le importaba demasiado el otro como para no pensar en él. En realidad se sentía por dentro y por fuera de los vínculos, como si a pesar de vivir las situaciones se encontrara en ellas como un espectador a la vez. ¿Existirá alguien capaz de comprender esa sensación? -Pensó- Tal vez alguien que pinte, o tal vez como yo mismo no entiendo, no pueda hacerlo nadie.

Mientras llegaba a su casa hojeaba unos folletos que había tomado del mostrador de la pinturería. Era extraño haberlos encontrado allí. Eran invitaciones a distintos eventos artísticos que se llevarían a cabo el próximo mes en el barrio de Belgrano. Supuso que no podría asistir, los días viviendo en esa casa parecían tener fecha de caducidad ya que pronto tendría que viajar a otra ciudad por trabajo y se hospedaría allí durante la semana. Los fines de semana vendría a visitar y dormiría lo menos posible. Se puso a pintar pero se sintió cansado a los pocos minutos. Preparó un café y tomó el libro que estaba por terminar. No quería sentir, prefería pensar por un rato más.

Al llegar al bar donde habían acordado el encuentro recibió un mensaje que le avisaba que ella esperaba adentro. Había elegido la mesa que el prefería- pensó- y la saludó con una sonrisa. Se disculpó un momento y volvió a salir para comprar cigarrillos. No los había comprado antes de entrar porque estaba llegando tarde. Le pidió que ordene un trago que le pueda gustar a él. Supuso que así ella no notaría que le cuesta saber qué elegir en esos lugares. Ella tomó cerveza y le pidió un trago que a él no le agradó demasiado. Dejó el libro en la mesa, a la vista de ella. Esperaba que le preguntara acerca de él, pues su interés en la literatura era fundamental para querer verla de nuevo. Tenía condiciones que buscaba en una mujer. Quería que fuera femenina ante todo inteligente e interesante. Que lo hiciera reír y no lo presionara cuando de tiempos se trata. Ella hizo un comentario sobre el libro, y con eso fue suficiente para él. Ya podía seguir adelante.

La hora pasó y mientras hablaban la camarera se acercó a la mesa para avisar que estaban por cerrar. Ella propuso seguir en otro lado mientras tomaban un café. Era una noche rara, el cielo se entrecortaba con nubes de distintos grises y la luna se asomaba por entre ellas. Había parado de llover.

Al llegar a la esquina ella lo invitó a su casa. El la miró extrañado, no esperaba que ella quisiera dejarlo conocer su espacio tan pronto. Pensó que en ese mismo instante se convertía en uno más de la categoría de gente que ella estaba conociendo y le molestó la idea. Sin embargo quería subir, y quería besarla y pasar la noche allí. Pensó que si eso era lo único que ella podía dar quería tenerlo también. Si las cosas quedaban así se daría igualmente por satisfecho. Dudó por un momento y ella volvió a formular la pregunta. Estuvo a punto de negarse pero no lo hizo. Cuando entraron ella se disculpó por el desorden. Le dijo que se pusiera cómodo mientras ponía agua a hervir. El se acercó a la biblioteca, tomó un libro y le dijo que hace tiempo había tenido el mismo ejemplar pero lo había prestado y no se lo habían devuelto. Lamentaba mucho la pérdida porque en él tenía anotaciones que le ayudaban a leer al autor. Ella escuchaba sin decir nada al respecto. Miró los cuadros que colgaban en las paredes y le preguntó si ella los había pintado. No mencionó que él lo hacía, pero la escuchó atentamente mientras hablaba de ellos. Tal vez – pensó- algo entienda de arte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario