martes, 14 de septiembre de 2010

¡Acariciad los detalles! ¡Los divinos detalles!

“No hacía otra cosa que examinarse, que analizar lo que en él ocurría, como si la suma de detalles pudiera darle la certidumbre de que vivía”.
Los Siete Locos – Roberto Arlt

Qué acertado en encuentro con esta frase en este momento preciso. Me pregunto si no se puede traspolar un poco, forzando algunos engranajes del simbolismo gramatical, a aquello que sucede en el amor. Si lo intento, llego a algo que podría parecerse a la idea de una persona que con el otro que ama, recorre las distintas aristas de su relación, deshilachando así cada milímetro de sensaciones, hechos, dichos, momentos y demás para crear en este ir y venir de palabras el amor, vale decir “propiamente dicho”.
En ocasiones converso con personas que están enamoradas y, sin embargo, no dicen demasiado al respecto de sus amores. Confieso que envidio un poco ese saber que no se transmite a quien está por fuera, sin embargo considero ésta una actitud sabia y atinada y yo misma me preocupo por hacer de ella un hábito en el terreno del amor. En general lo que me ocurre, es escuchar aquellos que sí relatan los vaivenes de una relación amorosa, supongo entonces que lo hacen para afirmar(se) que esa relación existe. Sucede esto, por lo que pude vislumbrar, cuando una relación amorosa es incipiente, reciente o también, cuando la misma está atravesada por algún conflicto. Así, llegué a concluir que el enamorado intenta sostener ese estado de enamoramiento – y al amado- el mayor tiempo posible, y lo hace por esta vía. Como si dejar que se disipe el enamoramiento fuera sinónimo de la pérdida de cierta intimidad mágica que preserva a los amantes de lo real de sus universos, pero este es otro tema.
Al margen, también puedo decir que he vivido en mi propia carne esto de analizar y examinar lo que me ocurría con la persona que, de hecho, era mi amor. Lo que sentía en aquél momento, era la necesidad de decirle, de hacerle/me saber… de escudriñar cada detalle con él para que el lo hiciera también conmigo. Esto producía, despertaba, la certidumbre de nuestro amor. Era muy reconfortante compartir esas palabras con el ser amado.
Ahora bien, hacerlo con un tercero me inquietaba, me dejaba insatisfecha por faltar obviamente, lo que le pasaba al otro que no era ese tercero. Esto insistía, pues no tenía fundamento querer analizar algo que sucede entre-dos con alguien que no estaba allí. No se podía alcanzar, por lo tanto, esta certidumbre, ni provocar esa intimidad. Al contrario creo que propagaba la distancia, la extendía, la instauraba.
No estoy segura, pero se me ocurre que el amor se habla de a dos. Temo decir que cuando hay más personas en la charla cesa de ser tan cierto. Así cierro este post, un tanto… inquieta.

4 comentarios:

  1. El amor excluye, es egoista, autoreferencial, al menos "ese" amor. Después está el otro que amplía el círculo e incluye a la familia. Pero es otra cosa. Y sí, si hay más de dos deja de ser cierto, pero también ocurre cuando sólo uno habla. Esto hace que sea un ámbito único,exclusivo y expuesto a la posibilidad de quedarse hablando solo.

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  2. Gracias por tu comentario, acuerdo en esto de que uno se queda hablando solo y se pierde la verdad que tanto buscamos... no solo cuando de amor se trata, sino en la relación con el otro en general. No es posible un lazo sin esa respuesta que viene del otro. Saludos!

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  3. uffff... me inquieta mucho.... sobr etodo x lo altoparlante q suelo ser... mañana sigo leyendo los otros...me encanta el blog amiga! t kiero segui así...

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  4. Gracias Na! es inquietante no? pero bueno, no estoy segura si de un tercero también llega la verdad, algo que nos ayuda a repensar una relación y en muchos casos aporta a que el amor se sostenga. Al menos por mi experiencia, creo q en muchos casos me ayudó mucho hablar con amigos que, con otros puntos de vista, me dieron un par de sacudones y me ayudaron a estar mejor con el otro.

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